• Santa Isabel de la Trinidad

      • Espiritualidad Carmelitana

      • Isabel Catez nació el 18 de julio de 1880 cerca de Bourges (Francia). Tres años después nacerá su hermana Marguarita (Guita).  En 1887 fallecen su abuelo y su padre y quedan las dos niñas al cuidado de su madre, una mujer muy enérgica y recta.

        A pesar de su viva inteligencia, la joven Isabel recibe una cultura general deficiente, pero está muy dotada para la música y gana un primer premio de piano a los 13 años. Tiene un alma sensible a la música y la naturaleza, hermosuras que le refieren siempre a Dios, en las que ve reflejada la armonía del Creador.

        Isabel desea ser carmelita, pero su madre se lo prohíbe hasta los 21 años. Leyendo a Santa Teresa, siente una gran sintonía. Comprende que la contemplación es dejarse obrar por Dios, que la mortificación ha de ser interior y que la amistad es una actitud de anteponer tus intereses a los de la otra persona. También le ayudó mucho la lectura de la Historia de un alma, donde la joven Teresa de Lisieux, recién fallecida, la impulsó en el camino de la confianza en Dios.

        El 2 de agosto de 1901, la postulante ingresa en el Carmelo de Dijon con el nombre de Isabel de la Trinidad. La Madre Germana será su priora, maestra y, finalmente, admiradora y discípula. Isabel vive una vida completamente ordinaria, una vida de fe, sin revelaciones ni éxtasis, sin embargo, enseguida llama la atención de toda la comunidad la fidelidad y entrega de la joven. Ella, a su vez, se sumerge en la lectura y profundización de la Escritura (fundamentalmente San Pablo) y de San Juan de la Cruz. De su mano, va encontrando su propio camino interior y madurando en su fe.

        Leyendo a San Pablo, descubre una intensa llamada a ser Alabanza de Gloria de Dios Trino en cada instante del día, viviendo en una constante acción de gracias. Llega a tener tal identificación, que al final de su vida firma algunas cartas con ese nombre: “Laudem Gloriae”.

        En la cuaresma de 1905, Isabel enferma y tras una penosa y larga enfermedad, muere el 9 de noviembre de 1906. Sus últimas palabras fueron: “Voy a la Luz, al Amor, a la Vida”.

        Su vida y escritos tuvieron una difusión sorprendente. Estos son: sus Diarios, las Cartas, sus Poemas (reflejo de su alma, pero de poca calidad literaria), unas Oraciones entre las que es célebre su elevación a la Santísima Trinidad, y los siguientes escritos: El cielo en la fe, que anima a vivir el cielo en la tierra adorando a Dios en fe y amor, a su hermana Guita, casada y madre; grandeza de nuestra vocaciónúltimos ejercicios déjate amar (dedicado a su priora).


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      • Esperitualidad

        • El deseo de Dios brota de su corazón como el agua de la fuente pero este deseo será su centro de atención ya en el mundo. Y lo cultivará con tal fidelidad que muestra claramente que es el amor a la persona de Jesucristo lo que motiva su conducta.

           Isabel decide pertenecer siempre a Jesús; su amor será ya para Él desde esta etapa de su vida. Jesús será para ella el amor de su vida.

          La oración será para ella el clima donde mejor hallará lo que su alma más anhela: Dios. Se entregará a la oración en medio de las ocupaciones más ordinarias de la vida. Y en ese encuentro con Dios de todos los momentos, su alma irá madurando en el deseo de consagrarse para siempre a El en el Carmelo.

          Ya en el Carmelo Isabel se sumergirá como pez en el agua en el ideal carmelitano: la unión con Dios por amor por el camino de la oración contemplativa. Su corazón lleno de ternura se llena de la experiencia interior de la presencia de Dios Amor dentro de su alma. De tal manera que es este aspecto de la espiritualidad cristiana el rasgo que aparece de modo singular en su espiritualidad. ¿Cómo responderá Isabel al don de Dios? Su respuesta será siempre una llamada a la interioridad, es decir, a entrar dentro de sí para hallar a Dios.

          La hermana Isabel toma conciencia viva del misterio de la Santísima Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, que mora en su alma. Es consciente de esta presencia y de esta necesidad de vivir con Ellos en lo profundo de su ser. Desde niña ya se había sentido habitada por Dios, y luego, iluminada por la palabra de Dios y ayudada por los santos del Carmelo y la dirección espiritual del P. Vallé, Isabel conoce la obra de Dios en su alma. De esta manera su alma se abría cada vez más a una fuerte experiencia de presencia divina y de todo lo que ella implicaba de amor fiel a la amorosa amistad de Dios. 

      • Pedagogía de la oración

        • -Itinerario espiritual

          Se centra en el  silencio,  en el desprendimiento absoluto, en el amor de la Trinidad y culto de la voluntad divina, en la identificación cada vez más ardiente con el alma de Cristo Crucificado; pero bajo otra luz, cosa que todo lo cambia; en la pura luz de la gloria de la Trinidad.

          -Ideal de santidad

          Vivir de amor para morir de amor, su apasionado culto de la voluntad divina, su predilección por el silencio, su devoción al alma de Cristo, la consigna de toda su vida interior: Sepultarse en lo más profundo del alma para encontrar en ella a Dios.

          Su vocación definitiva: ser una alabanza de gloria a la Trinidad.

          – ¿Cuál es, según vos, el ideal de la santidad?
          –Vivir de amor.
          – ¿Cuál es el medio más rápido para llegar a ella?
          –Hacerse pequeñita, entregarse para siempre.


          Vive por lo «más profundo» su ideal de Carmelita. Va directamente a lo esencial: la soledad, la vida de oración continua, la consumación en el amor. «Una carmelita, es un alma que ha mirado al Crucificado, que lo ha visto ofreciéndose como víctima a su Padre por las almas, y recogiéndose bajo esta gran visión de la caridad de Cristo, ha comprendido la pasión de amor de su alma y ha querido, 37 darse como Él. En la montaña del Carmelo, en el silencio, en la soledad, en una oración que no acaba nunca pues se continúa a través de todo, la Carmelita vive ya como en el cielo: “De Dios sólo”. El mismo que constituirá un día su felicidad y la saciará en la Gloria, se da ya a ella. No la abandona nunca, permanece en su alma; más aún: Los dos son sólo Uno.


          -La santa del silencio

          Desde su entrada, la soledad carmelitana la embelesó: «Sola con el Solo», es toda la vida del Carmelo. La Carmelita es esencialmente una ermitaña contemplativa que tiene como patria el desierto de Carith y como refugio el hueco de la roca. El silencio ebe ser buscado lo más posible, como que favorece el silencio interior y a él conduce normalmente: el amor del silencio conduce al silencio del amor

          -La habitación de la Trinidad

          En el Carmelo, esta vida en presencia de Dios está considerada como una herencia sagrada que se hace remontar al patriarca Elías: «Estoy en presencia de Yaveh, el Dios vivo»: es la esencia misma del Carmelo. Todos los desprendimientos, todos los silencios, todas las purificaciones tienen sólo un objeto: guardar al alma libre de aplicar todas sus potencias a esta continua presencia de Dios «Vivamos con Dios como con un Amigo. Hagamos viva nuestra fe para participar de Él a través de todo. Eso es lo que hace a los santos. Llevamos nuestro cielo en nosotros

          -La alabanza de gloria

          Ante todo, una Alabanza de gloria es un alma de silencio. De este modo llegamos al ascetismo fundamental de sor Isabel de la Trinidad: «No saber más nada»: tal es el programa todo de la alabanza de gloria, despojada de todo y de sí misma, libre de vibrar al solo soplo del Espíritu. Sor Isabel no cesaba de repetir: «He encontrado mi cielo en la tierra, puesto que el cielo es Dios y Dios está en mi alma. Es el mismo que nosotros poseemos por la fe, y los bienaventurados por la visión.»

          - La conformidad con Cristo

          A medida que se desarrolla su vida espiritual, esta identificación con los sentimientos más íntimos del alma de su Maestro llega a ser una pasmosa realidad. Todo el esfuerzo de su vida interior consiste en «entrar en el movimiento de su alma divina.»  y en dejarse transportar con Cristo al seno del Padre.

          Para sor Isabel de la Trinidad, como para todos los santos, Jesús es una realidad concreta, cotidiana, mezclada con los menores detalles de su existencia, en definitiva la realidad suprema. Su presencia invisible pero muy cercana los sigue por todas partes. A cada instante sienten allí, junto a sí, a ese Jesús, Hijo de Dios y de María, que les da su gracia, los ilumina, los sostiene, los reprende si es necesario, los salva, les comunica la vida eterna.


      • Poesia

        • La poesía compuesta durante la época durante la vida de Carmelita posee más variedad de ideas que variedad temática. Ella viene a ser expresión, en palabra e imagen, del mundo interior  de su alma contemplativa. Son poesía que carece de valor literario. Sus versos son, a veces un himno luminoso a las  grandes festividades litúrgicas y  a los santos de su devoción personal.