Teresa Martin nació en Alençon, Francia, el 2 de enero de 1873. Sus padres fueron Luis Martin y Celia Guérin, ambos beatos en la actualidad. Tras la muerte de su madre, el 28 de agosto de 1877, Teresa se trasladó con toda la familia a Lisieux.
Su deseo era abrazar la vida contemplativa, al igual que sus hermanas Paulina y María, en el Carmelo de Lisieux, pero su temprana edad se lo impedía. Durante un viaje a Italia, después de haber visitado la Santa Casa de Loreto y los lugares de la Ciudad Eterna, el 20 de noviembre de 1887, en la audiencia concedida por el Papa León XIII a los peregrinos de la diócesis de Lisieux, pidió al Papa con filial audacia autorización para poder entrar en el Carmelo con 15 años.
El 9 de abril de 1888 ingresó en el Carmelo de Lisieux. Tomó el hábito el 10 de enero del año siguiente e hizo su profesión religiosa el 8 de septiembre de 1890, fiesta de la Natividad de la Virgen María.
En el Carmelo comenzó el camino de perfección trazado por la Madre Fundadora, Teresa de Jesús, con auténtico fervor y fidelidad, y cumpliendo los diferentes oficios que le fueron confiados. Teresa nos ha dejado en sus manuscritos autobiográficos no sólo los recuerdos de la infancia y de la adolescencia, sino también el retrato de su alma y la descripción de sus experiencias más íntimas. Descubre y comunica a las novicias confiadas a sus cuidados; el camino de la infancia espiritual.
Fue canonizada por Pío XI el 17 de mayo de 1925, y el mismo Papa, el 14 de diciembre de 1927, la proclamó Patrona Universal de las Misiones, junto con San Francisco Javier.
Su doctrina y su ejemplo de santidad han sido recibidos con gran entusiasmo por todas las categorías de fieles de este siglo, y también más allá de la Iglesia Católica y del Cristianismo.
La espiritualidad de Santa Teresita del Niño Jesús se podría resumir en la virtud que más deseó y practicó en su vida: la caridad. Su confianza en la Misericordia de Dios la llevó a una audacia en la fe y a albergar su corazón deseos que ella misma describe como inmensos entre ellos la santidad, vocación y misión de todo cristiano. Ante esto ella escribirá: «Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad.» (Ms C, 2v)
Su vocación la descubrirá ante la búsqueda de respuestas ante sus muchos deseos de salvar almas, en la lectura de los Evangelios y las epístolas de san Pablo. «La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes miembros, no le faltaba el más noble de todos: comprendí que la Iglesia tenía un corazón y que este corazón ardía de amor. Comprendí que sólo el Amor hacía actuar a los miembros de la Iglesia: que si el Amor se apagara, los apóstoles no anunciarían el Evangelio, los mártires no querrían derramar su sangre (…). Comprendí que el amor encerraba todas las vocaciones (…). Entonces, con alegría desbordante, exclamé: oh Jesús, Amor mío, (…) por fin he encontrado mi vocación. Mi vocación es el Amor» (Ms B, 3 v).
Esta experiencia de su espiritualidad será nombrado por ella misma como: «mi caminito» (Ms C, 2v – 3r) que consiste en una confianza total y a ciegas en la Misericordia de Dios, como un niño en los brazos de su Madre (Sal 130, 2) en donde los brazos de Jesús son como un ascensor al cielo. El fruto de la infancia espiritual, junto con el amor, son la esperanza y la humildad del alma en una entrega a Dios sin reserva y para siempre, fe en su omnipotencia, en su sabiduría y en su bondad. Es un acto de confianza en Dios, es sobre todo el término y la consecuencia del amor. Escribió la Santa. «Desde hace mucho tiempo ya no me pertenezco, estoy entregada totalmente a Jesús, por lo tanto, Él es libre de hacer conmigo lo que le plazca.» (Ms C, 10 v)
Santa teresita del Niño Jesús nos deja en sus escritos una riqueza insondable de sabiduría, humildad y confianza en Jesús que nos puede ayudar en nuestro propio camino.
Historia de un alma
Encontrarás un acercamiento a la vida de una santa de los tiempos modernos, una joven que hace algo más de un siglo vivió y murió entregada al amor a Dios y al prójimo. Por eso constituye, en palabras de Benedicto XVI, "un pequeño gran tesoro" y un "luminoso comentario del Evangelio plenamente vivido".
El caminito de Infancia Espiritual
-Está fundado en el Evangelio y en qué consiste, qué Padre es Dios para nosotros y qué hijos debemos ser nosotros para con Dios.
-En la sencillez y debilidad: Que debe estimarse y ser deseada de corazón en la vía de infancia.
-La Pobreza: Como aquella en que el espíritu de pobreza pone al alma al abrigo de la indigencia haciéndoselo esperar todo de Dios. Pero hay que esperarlo todo al día; y aun de instante en instante
-Confianza en Dios: Tan necesaria para avanzar en este caminito Espiritual.
-El Amor: El divino ascensor, la ofrenda al Amor misericordioso de Dios.
-El Santo Abandono: Como fuente de toda disponibilidad a la voluntad de Dios.
Teresita del Niño Jesús no sólo captó y describió la profunda verdad del amor como centro y corazón de la Iglesia, sino que la vivió intensamente en su breve existencia. Precisamente esta convergencia entre la doctrina y la experiencia concreta, entre la verdad y la vida, entre la enseñanza y la práctica que refleja con particular claridad en su poesía